
José Francisco Núñez Fuentes: el joven jinete chileno que cruza el Atlántico tras el sueño ecuestre
A los 18 años, muchos jóvenes se enfrentan a la encrucijada de elegir una carrera universitaria o técnica. José Francisco Núñez Fuentes, sin embargo, no tuvo dudas. Recién egresado del colegio, el doble campeón nacional de Rienda en Chile empaca su montura —y sus sueños— y parte rumbo a Jerez de la Frontera, España, con un solo objetivo en mente: convertirse en jinete profesional.
«Desde que nací estoy arriba de un caballo», cuenta José Francisco. «A los días, a los meses, ya estaba montando. Fue mi papá el que me transmitió esta pasión». Y no exagera: hay fotos suyas montando con apenas año y medio, participando en desfiles del 18 de septiembre, cuando otros niños apenas dan sus primeros pasos.
La historia de José Francisco no es solo la de un joven talentoso, sino la de una vocación absoluta. Su vida ha estado marcada por los caballos desde su nacimiento. “Antes que el colegio, antes que el jardín o incluso el fútbol —que también me gusta—, mis primeros recuerdos son montando”, dice.

Una decisión de vida
Mientras sus compañeros de generación se preparan para la universidad, José Francisco ha tomado otro camino. Uno que implica distancia, sacrificio y una entrega total a su pasión.
«Salgo de cuarto medio esta semana, y ya la primera semana de octubre viajo a España», explica. Su destino: Jerez de la Frontera, cuna del arte ecuestre español. Allí lo espera Rafael Soto, jinete olímpico y referente de la doma clásica andaluza. «Me abrió sus puertas para llegar como ayudante, a aprender, a conocer. Estaré unos meses, quizá un año, con la idea de prepararme para postular en septiembre a la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre».

La vida sobre un caballo
Para José Francisco, los caballos no son un pasatiempo. Son un modo de vida, una brújula emocional. “Es tranquilidad, es todo. Cuando uno está mal, monta.

Cuando está bien, también. Como dice un amigo: con los caballos se van todos los problemas. Son mi solución a todo”, afirma con convicción.
Claro que el sueño tiene su costo. El viaje a España implica dejar atrás a su familia, sus amigos y los caballos que lo han acompañado desde niño. “He estado aprovechando lo último que me queda con mi familia. A veces toca dejar cosas atrás para seguir adelante”.
Su hermana, entre lágrimas contenidas, reconoce el sacrificio: “A mí me cuesta mucho, pero él se va a ser mejor de lo que es ahora. Le tengo mucho cariño y lo voy a extrañar”.
Caballos que marcan una vida
Al hablar de sus caballos, José Francisco cambia el tono. Se le ilumina el rostro al recordar a Silvia, la yegua con la que corrió su primer rodeo a los seis años. “Era un novillo diez veces más grande que yo”, dice entre risas. O Artillera, la que le enseñó a competir, aunque casi no la corrió: “Me enseñó a estar ahí, a estar en la pelea”.

Pero si hay un caballo que lo marcó, ese es Óptimo. “Estaba acostado con mi papá y le pedí si me dejaba competir en Rienda. Me dijo que sí. Con el Óptimo fui dos veces campeón nacional”, cuenta con emoción.
Un futuro entre caballos

Al hablar de sus caballos, José Francisco cambia el tono. Se le ilumina el rostro al recordar a Silvia, la yegua con la que corrió su primer rodeo a los seis años. “Era un novillo diez veces más grande que yo”, dice entre risas. O Artillera, la que le enseñó a competir, aunque casi no la corrió: “Me enseñó a estar ahí, a estar en la pelea”.
Pero si hay un caballo que lo marcó, ese es Óptimo. “Estaba acostado con mi papá y le pedí si me dejaba competir en Rienda. Me dijo que sí. Con el Óptimo fui dos veces campeón nacional”, cuenta con emoción.
Un adiós con sabor a esperanza
El sueño de José Francisco no solo implica sacrificios personales, sino también emocionales para quienes lo rodean. Su partida deja un vacío en casa, especialmente en su hermana menor María Carolina, “La Pitu” , de apenas diez años, quien vive este momento con la intensidad que solo la niñez puede expresar.

Cuando le preguntamos qué significa para ella que su hermano se vaya tan lejos para seguir su sueño, responde con una mezcla de orgullo y tristeza:
“Bueno… a mí me cuesta mucho, porque lo quiero mucho. Es mi hermano y siempre jugamos juntos con los caballos, o me llevaba con él cuando entrenaba. Lo voy a extrañar todos los días. Pero también estoy feliz, porque sé que allá se va a hacer mejor, y va a cumplir lo que más quiere. Solo espero que no se olvide de nosotros, y que vuelva a contarme todo lo que aprenda.”
Sus palabras, simples y profundas, reflejan el impacto real de esta decisión en su entorno familiar. Porque cuando alguien persigue un sueño tan grande, inevitablemente, deja huellas en quienes lo quieren.