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Visita al criadero On Teo, Chillán

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En mi recorrido por el mundo ecuestre, llegué hasta las cercanías de Chillán, donde se encuentra el criadero On Teo. Su historia está marcada por don Mateo Rodríguez Rodríguez, profesor normalista de profesión, que con el tiempo encontró en el campo y en los caballos el centro de su vida. Un ejemplo de cómo la pasión puede convivir con la vocación.

La jornada de mi visita estuvo acompañada por un atardecer diáfano y un ambiente donde se respira campo en cada rincón. Apenas cruzo la entrada, me encuentro con una gran medialuna, lugar indiscutible de quienes viven por y para el caballo.

Mateo Rodriguez Rodriguez
Mateo Rodriguez, empezó con el criadero al final de la década del 70.

Ahí, dentro de la medialuna, está Mateo Rodríguez Aguirre, montado a caballo junto a un invitado de excepción: don Óscar Bustamante, reconocido jinete y arreglador, varias veces participante del Champion de Rancagua, la competencia más codiciada en el rodeo chileno.

Rodríguez Aguirre me explica que su vida profesional lo llevó por el camino de la agronomía. Es ingeniero agrónomo, trabaja en una empresa de agroquímicos y, además, se dedica a la producción de arándanos y semillas. Pero lo que realmente lo mueve no se encuentra en una oficina ni en un huerto, sino en la medialuna donde lo encontramos.

Un ingeniero con alma de jinete

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Hector Mateo Rodriguez, participó en su primer Rodeo a los 18 años

“Empecé a montar tarde, a los 14 o 15 años. En el campo había un arreglador que no era muy amigo de los niños y eso retrasó mi aprendizaje. Corrí mi primer rodeo recién a los 18. Desde entonces no he dejado de buscar caballos dóciles, fáciles de manejar, porque los trabajamos en familia. No somos profesionales del arreglo, somos aficionados apasionados, y necesitamos caballos nobles que puedan progresar con paciencia y dedicación.”

Mientras conversamos, se nota que cada palabra que pronuncia sobre los caballos está impregnada de cariño. “Intento montar todos los días al menos una hora”, me dice. Ese hábito, más que un entrenamiento, es para él un momento de conexión y equilibrio.

“El trabajo en el agro me gusta, pero es un medio para poder mantenerlos. Lo que me apasiona realmente son los caballos. Cuidarlos, criarlos y correr con ellos es lo que le da sentido a mi esfuerzo diario.”

La presencia de Óscar Bustamante

En el corral, la presencia de Óscar Bustamante no pasa inadvertida. Su nombre es sinónimo de excelencia en el rodeo chileno, como arreglador de caballos y también jinete. Pertenece a una estirpe de jinetes y arregladores que se remonta varias generaciones atrás. Él mismo recuerda con nitidez los aprendizajes junto a su abuelo y su padre, cuando los caballos se usaban para todo: arar, trasladarse, arrear ganado, y más tarde, competir en la fiesta del rodeo.

Con la calma que da la experiencia, Bustamante me explica que no todo jinete es domador, ni todo domador buen jinete. Alcanzar ambas cosas requiere dedicación.

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D. Oscar Bustamante me explica que no todo jinete es domador, ni todo domador buen jinete

“La clave está en la paciencia y en la amansa racional. El caballo no se somete con violencia, se gana con respeto. Es fundamental cuidar cada detalle: la boca, los cascos, la alimentación, la crianza. Todo suma. Para que nazca un crack, se tiene que conjugar una buena genética, un manejo cuidadoso y una doma que no quiebre el espíritu del animal.”

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La conversación se vuelve más técnica cuando me habla de las líneas de sangre más influyentes de la raza chilena

La conversación se vuelve más técnica cuando me habla de las líneas de sangre más influyentes de la raza chilena. Me menciona ejemplares históricos como Estribo y Quebrado, caballos considerados “mejoradores de raza”. Sus descendencias, me cuenta, aún marcan a los criadores porque aportan fuerza, carácter y funcionalidad.

“Hoy en Chile tenemos caballos que conjugan morfología con desempeño. Eso nos ha dado prestigio dentro y fuera del país. Ya no se busca solo el sello racial, sino un caballo completo, capaz de lucirse en la medialuna y, al mismo tiempo, mantener la nobleza que lo hace fácil de trabajar.”

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Ya no se busca solo el sello racial, sino un caballo completo, capaz de lucirse en la medialuna

Un vínculo que trasciende

Mientras observo los movimientos de los caballos que Bustamante prepara en el criadero, percibo la disciplina y la constancia que exige este mundo. No se trata solo de criar, sino de formar, de dedicar horas, de conocer la genética, el temperamento y las particularidades de cada ejemplar.

Antes de despedirnos, le pregunto a Bustamante qué significa para él el caballo. Su respuesta no deja espacio a dudas:

“Es parte de mi familia. Con todo el respeto y el cariño que le tengo a mis hijos y a mi señora, al caballo lo incluyo dentro de ese círculo. Lo llevo en la sangre, en el alma. Respiro caballo.”

Esa frase, breve y contundente, resume el espíritu que encontré en On Teo: un lugar donde la vida laboral, el esfuerzo agrícola y la pasión ecuestre se entrelazan. En cada rincón se percibe que aquí los caballos no son solo animales de crianza o competencia, sino compañeros de vida.