Rafaela Joveliano: cuando la pasión por los caballos transforma vidas, sana heridas y construye propósitos
En el vasto universo ecuestre brasileño, donde la tradición dialoga cada día con la modernidad en pistas, establos y caminos rurales, emergen figuras cuya historia trasciende el deporte y toca algo más profundo. Rafaela Joveliano es una de esas voces. Médica veterinaria, instructora de equitación, creadora de contenido y emprendedora, se ha convertido en referente en la formación de jinetes conscientes y en la defensa del bienestar equino. Sus perfiles —@ @rafaelajoveliano en Instagram y Cavalo Yotubano Oficial en YouTube— muestran que su labor va mucho más allá de la técnica: se trata de conexión, propósito y transformación.

La relación de Rafaela con los caballos comenzó antes de que pudiera comprender su magnitud. A los tres años montó por primera vez, y desde entonces, nunca más existió un futuro sin caballos. Las visitas al rancho de su tío Zé Marcos marcaron profundamente su infancia. Entre vacas, caballos y el ambiente rural que la fascinaba, nació su vocación.
“No salía del corral. Allí nació mi sueño de ser veterinaria — y ese sueño nunca murió.”
Una frase sencilla que resume la fuerza de una pasión indestructible.
Primeros pasos y el encuentro decisivo con la equitación
A los 13 años, un encuentro cambiaría su vida para siempre: conoció al entrenador Roberto, gracias a la influencia de su tío. Él le enseñó todo —manejo, comportamiento, adiestramiento, sensibilidad— y juntos participaron en presentaciones con caballos Lusitanos y Andaluces en rodeos y eventos regionales.
Aunque también practicó team penning y barriles, la falta de un caballo propio le impedía destacar. Pero algo dentro de ella ya sabía que ese camino sería para siempre.

Formación veterinaria y el nacimiento del proyecto digital
A los 20 años decidió hacer una pausa en la equitación para dedicarse a la carrera de Medicina Veterinaria. Este conocimiento técnico sería esencial para su trabajo futuro como instructora y comunicadora.
Al terminar la carrera y regresar a entrenar con el señor Roberto, Rafaela percibió un vacío enorme en el mundo digital: prácticamente no existía contenido profesional y accesible sobre caballos fuera de los programas tradicionales de televisión. Y decidió llenar ese vacío.
“Abrí el canal contra todo y contra todos. Se burlaban y decían que yo jugaba a grabar.”
Con recursos limitados, pidiendo ayuda para grabar y editar, empezó a publicar videos sencillos pero útiles. La respuesta del público fue inmediata. El canal creció rápidamente, llegando incluso a la placa de 100 mil suscriptores, un hito para el contenido ecuestre en Brasil.

Éxitos, caídas y un renacer: la travesía más difícil
A pesar del éxito digital, la vida la pondría a prueba nuevamente durante la pandemia: perdió su empleo, un compromiso importante y el haras donde había crecido profesionalmente.
“Me vi en el fondo del pozo. Pero nunca dejé de creer que Dios tenía planes mayores.”
En este momento de vulnerabilidad conoció el CT Ferradura de Ouro, presentado por una amiga. Lo que empezó como una oportunidad temporaria se convirtió en el lugar donde renació. Hoy, ese centro alberga su propia escuela de equitación, el sueño que la acompañaba desde niña.
Allí construyó nuevas amistades, forjó alianzas profesionales, ganó competencias y logró finalmente unir vida, vocación y propósito.

Una escuela diferente: técnica, conexión y bienestar
El método de enseñanza de Rafaela se basa en una idea clara: montar no es suficiente; es necesario comprender al caballo en su totalidad.

“El alumno aprende a montar, pero también a cuidar. Montar un caballo es un honor.”
Sus clases son individuales. No trabaja con grupos porque prioriza la calidad sobre la cantidad. Supervisa de cerca a cada caballo, corrige comportamientos fuera del horario de clases y cuida cada detalle del manejo y los equipos. Así evita vicios, estrés y sobrecargas.
Es una equitación más humana, más consciente y más respetuosa.
Contra la humanización: el caballo debe ser caballo
Uno de sus pilares es combatir la tendencia a humanizar a los caballos —un error común que genera problemas de comportamiento, estrés, agresividad y estereotipias.
“Humanizar al caballo es negarle su naturaleza. Y en su naturaleza está su bienestar.”

Para Rafaela, muchos de los problemas que ve en clínicas y haras son consecuencia directa de falta de conocimiento o de negligencia. Por eso insiste en enseñar lo básico —lo que salva vidas y crea relaciones sanas.La modernización, afirma ella, es innegable. El acceso a la información impulsado por Internet permitió avances en nutrición, medicina deportiva, técnicas de doma, entrenamientos y manejo.
El caballo moderno vive más, sufre menos y es comprendido desde una perspectiva más científica. Aunque —recalca— todavía queda mucho por mejorar.
Ser mujer en un ambiente tradicional
En un entorno históricamente masculino y competitivo, Rafaela tuvo que enfrentarse tanto al machismo directo como a la rivalidad femenina. Ganarse el respeto fue un proceso de constancia, resultados y firmeza.
“La mujer tiene algo en común con los caballos: fuerza, coraje y poder.”
Su mensaje para las mujeres es claro: si se mantienen dedicadas y fuertes, el tiempo mostrará su valor.

Desde sus primeros procedimientos veterinarios —cuando descubrió que la confianza se construye haciendo— hasta las largas jornadas viajando con un veterinario reconocido de la región, Rafaela aprendió algo fundamental:
“Nunca sabremos todo. El conocimiento es un crecimiento eterno.”
Y que la mayoría de los problemas de los caballos provienen de errores humanos. Por ello, insiste en educar a propietarios, alumnos y seguidores.
Sueños que galopan hacia el futuro
Aunque ha conquistado mucho, aún tiene grandes sueños: conocer nuevas culturas ecuestres, formar instructores conscientes, expandir su legado y, algún día, vivir en una finca rodeada de su familia y de sus caballos.
“Los sueños deben ser ilimitados. Son ellos los que nos mantienen vivos.”

Tal vez su frase más poderosa sea también la más íntima:
“El caballo representa sanación para mí.”
Sanación emocional, física y espiritual. Los caballos le devolvieron la fe, la hicieron más fuerte y le permiten ayudar a otros a encontrar paz, equilibrio y propósito.
Para ella, el caballo es una obra perfecta de Dios: un ser que nos invita, con su energía silenciosa, a mirarnos por dentro y ser mejores cada día.


