
Iremma AA y la Carrera que Conmovió Pompadour
En el calendario de las carreras de obstáculos francesas, hay días en los que lo inesperado se convierte en leyenda. Ayer domingo, en el hipódromo del Castillo de Pompadour, durante la cuarta carrera del día, se vivió uno de esos momentos únicos que trascienden el resultado y quedan grabados en la memoria de todos los presentes.
El escenario no podía ser más evocador: enclavado en el corazón de la región de Corrèze, rodeado de verdes colinas y con el majestuoso castillo de Pompadour como telón de fondo, este hipódromo es un verdadero santuario ecuestre. Aquí, donde se respira tradición y nobleza, se celebró el Prix Jean Roux, una exigente prueba de 4.200 metros con obstáculos, reservada para caballos enteros anglo-árabes de cinco años nacidos en Francia.
Entre los competidores, destacaba Iremma AA, portando el número 5 y guiado por el joven jinete Titouan Sporli. Desde los primeros metros, ambos mostraron determinación y buen ritmo. Pero fue en un salto, cuando el azar se volvió protagonista: Sporli fue desmontado bruscamente. El silencio se apoderó del recinto por un instante.

Lo que ocurrió después fue pura épica.
Sin jinete, pero con el alma intacta, Iremma AA siguió galopando. No dudó, no se desvió. Afrontó cada valla como si aún llevara a su jinete sobre el lomo. Superó obstáculos y rivales con una determinación instintiva, casi sobrehumana. El público, incrédulo al principio, fue contagiado por la energía del caballo. Las tribunas comenzaron a vibrar al ritmo de sus zancadas, y lo que era una situación insólita se convirtió en una gesta admirable.
Iremma AA cruzó la meta en una extraordinaria segunda posición. Y aunque, reglamentariamente, sin jinete no puede figurar en la clasificación oficial, nadie en Pompadour tuvo dudas de que fue el verdadero héroe del día.

Cuando los comisarios lo detuvieron y fue retirado con calma de la pista, el hipódromo entero estalló en un aplauso cerrado y emocionante. No era un gesto de cortesía: era un homenaje. A la nobleza de un animal que no necesitó látigos ni órdenes para demostrar su instinto competitivo, su coraje y su fidelidad a la carrera.
Ayer, en el corazón de Pompadour, un caballo galopó solo. Pero no estuvo solo. Corrió con el alma de su jinete, y con la admiración de todos nosotros.
