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La pasión ecuestre de Enrique Hernández Bautista y su hijo

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Zaragoza, sábado por la tarde. Tras una semana intensa de trabajo, el ambiente en el Centro Ecuestre de Alto Rendimiento CEZAR mantiene la serenidad que caracteriza a los lugares donde el caballo es protagonista absoluto. Hasta aquí nos hemos desplazado en una visita sorpresa para conocer de cerca el día a día de este referente ecuestre en Aragón. Lo que encontramos va más allá de instalaciones y caballerizas: es la historia de una familia y una pasión transmitida de generación en generación.

El corazón de CEZAR

A la cabeza del centro está Enrique Hernández Bautista, jinete profesional y director de CEZAR. Su trayectoria está marcada por el esfuerzo constante y una dedicación total al mundo del caballo. No se trata únicamente de impartir formación en diversas disciplinas ecuestres, sino también de gestionar una de las ganaderías más apreciadas de la región. Aquí se crían caballos lusitanos y pura raza española, animales reconocidos por su nobleza, carácter y elegancia, muy solicitados por profesionales de la equitación.

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Para ser jinete, necesitas pasión y paciencia.

Administrar un centro de estas dimensiones no es sencillo: hay que coordinar entrenamientos, profesorado, cuidado de los caballos, pupilajes y la propia actividad de la ganadería. Sin embargo, Enrique no entiende su vida de otra manera. El caballo no es solo su profesión, es su razón de ser.

Un relevo asegurado

Lo que más sorprende al visitante es comprobar cómo esa pasión se ha transmitido de manera natural a su hijo, Enrique, de apenas 12 años. El joven tiene claro su camino: quiere ser jinete profesional, profesor de equitación y, si es posible, rejoneador. Con una determinación poco común para su edad, dedica gran parte de su tiempo libre a entrenar, consciente de que solo con horas de trabajo se alcanza la excelencia en este arte.

La escena que presenciamos lo confirma. Padre e hijo comparten la pista de entrenamiento, donde el pequeño trabaja con Quebranto, un pura raza española de seis años, criado en la propia ganadería de CEZAR. Bajo la atenta mirada de su padre, se entrega al ejercicio con disciplina y entusiasmo. Tras una intensa hora y media de trabajo, desensilla al caballo, lo baña y lo devuelve a su box con la naturalidad de quien ha aprendido que el cuidado del animal es tan importante como la monta.

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Enrique Hernandez (h) tiene muy claro a sus 12 años que quiere ser profesional

La enseñanza que no se detiene

Mientras recorríamos las instalaciones, el joven Enrique se cruza con Juan Miguel Riaza, uno de los profesores más experimentados del centro. Riaza entrenaba en ese momento a un potro joven, y el muchacho, con la inquietud propia de quienes sienten verdadera vocación, se acerca a pedirle que le muestre algo de trabajo a la mano. La respuesta es inmediata: el profesor le pasa las riendas del potro y observa con satisfacción cómo, incluso a tan temprana edad, el pequeño jinete demuestra soltura, interés y respeto hacia el animal.

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Juan Miguel Riaza, y su entrenamiento diario de caballos

La escena es reveladora. CEZAR no es únicamente un centro ecuestre: es un espacio donde la tradición convive con la enseñanza, y donde se forja el futuro de la equitación en España. La complicidad entre padre e hijo, el ambiente profesional y el entusiasmo que se respira entre profesores y alumnos hacen de este lugar un verdadero punto de referencia.

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Cuando hay pasión, hay futuro!

Pasión con futuro

Lo vivido en esta visita nos deja una certeza: en CEZAR, la pasión por el caballo no entiende de horarios ni de descanso. Enrique Hernández Bautista lidera un proyecto exigente, pero sabe que el legado que está construyendo va más allá de los logros inmediatos. Su hijo, con su empeño y talento precoz, encarna ese futuro brillante que da continuidad a una tradición que se mantiene viva gracias al esfuerzo diario.

La equitación es disciplina, respeto y entrega. Y en Zaragoza, en el Centro Ecuestre de Alto Rendimiento CEZAR, esa verdad se refleja en cada rincón, en cada caballo y en cada jinete que pisa su arena.