
Mario Soriano: “El dolor invisible en los caballos puede condicionar toda su vida”
Mario Soriano es valenciano.
Veterinario de profesión, su vida con los caballos define profundamente su vocación. A los 22 años adquirió a Atila, un caballo que lo desafió y le reveló que el dolor invisible puede justificar conductas difíciles. A partir de ese momento, Mario comenzó a explorar la quiropráctica, la osteopatía y la acupuntura, formándose en distintas escuelas y aplicando estas terapias a miles de caballos y perros.
Atila murió siendo un ejemplar de gran nivel, y a parte de esa satisfacción, para Mario su mayor aprendizaje fue comprender cómo el dolor afecta al comportamiento animal.
Su misión hoy es difundir estas técnicas para mejorar la calidad de vida de los animales y acompañar a veterinarios interesados en especializarse en terapias manuales. Fundó el Instituto de Osteopatía Veterinaria para formar profesionales más humanos y eficientes. Mario se presenta como un puente entre la medicina tradicional y las terapias avanzadas, promoviendo una visión integradora: escuchar al animal y utilizar herramientas de alta precisión para devolverle la salud y la confianza.

1. Mario, Atila fue un punto de inflexión en tu carrera. ¿Qué lecciones personales y profesionales te dejó ese caballo que todavía aplicas hoy?
Claro, el caso con Atila fue realmente un antes y un después, tanto en mi forma de montar como en mi ejercicio profesional como veterinario. Yo ya había trabajado con otros caballos, desbravado algunos, competido… pero nunca me había encontrado con un caso así.
Reconocer que podía existir dolor, aunque no se manifestara como una cojera o una lesión evidente —algo que como veterinario habría podido diagnosticar fácilmente— me abrió los ojos. Atila no tenía ninguna patología clara, pero sí mostraba un comportamiento alterado.
Eso me llevó a investigar un nuevo campo, el que luego se convertiría en mi vocación: entender cómo ciertas molestias y restricciones físicas, aunque invisibles, pueden afectar tanto al comportamiento como al rendimiento diario del caballo.

2. La quiropráctica y la osteopatía en animales aún generan cierta desconfianza en algunos sectores veterinarios. ¿Qué les dirías a quienes siguen viendo estas terapias como “alternativas”?
Es normal que, en España, muchas de estas técnicas generen desconfianza. La mayoría de las universidades no ofrecen formación en quiropráctica u osteopatía veterinaria, y existe un gran desconocimiento incluso entre especialistas.
Sin embargo, en países anglosajones como Estados Unidos o Reino Unido, estas profesiones están al nivel de un médico y están incluidas dentro de los servicios públicos de salud.
En ese sentido, la veterinaria no puede quedarse atrás. Mi mensaje para los escépticos es una invitación a investigar qué está ocurriendo en otros países, cómo estas disciplinas se están integrando en la atención diaria, y cómo aportan soluciones reales a muchísimos casos. No se trata de misticismo, sino de técnicas con base científica, con cientos de herramientas terapéuticas, que pueden complementar perfectamente la medicina tradicional.
3. Has trabajado con miles de caballos y perros a lo largo de tu trayectoria. ¿Cuáles son los problemas más comunes que detectas y que muchas veces pasan desapercibidos en la medicina veterinaria convencional?
Con más de dos décadas de experiencia, lo que más me ha impactado es encontrar compensaciones, restricciones y molestias que no generan síntomas clínicos clásicos.
Por ejemplo, hay caballos que aún no cojean, o perros que no muestran claudicación evidente, pero ya se están compensando y están sobrecargando otras partes de su cuerpo. Esa sobrecarga afecta su rendimiento deportivo, su expresividad e incluso su comportamiento.
Muchas veces estos cambios se atribuyen simplemente al paso del tiempo: “es que tiene dos años más”, “es que desde aquella lesión ya no es el mismo”, etc. Pero en realidad, lo que hay detrás puede ser una cadena de restricciones físicas sutiles, pero significativas.
La clave está en detectar esos signos tempranos y tener las herramientas adecuadas para intervenir antes de que aparezca una lesión mayor.

4. Desde tu experiencia, ¿cómo impactan estas técnicas en el rendimiento deportivo de caballos de alta competición?
El impacto es enorme. Las técnicas quiroprácticas y osteopáticas que aplico transforman la forma en que un caballo se mueve y responde.
Al final, el rendimiento deportivo es la expresión de una biomecánica eficiente. Y para eso, todos los sistemas —osteomuscular, articular, neurológico— deben estar funcionando correctamente.
Estas terapias permiten, por ejemplo, que una articulación se mueva en su rango completo, que los músculos trabajen sin restricciones y que el sistema neurológico tenga una respuesta rápida y precisa.
Esto se traduce en mejores puntuaciones en pista, menor riesgo de lesiones, y caballos que terminan la temporada incluso mejor de lo que la comenzaron.
Además, no solo se trata de curar, sino de mantener y prevenir. Acompañar a un caballo durante toda su carrera deportiva permite ver cómo llegan a los 15 o 16 años con un historial mínimo o nulo de lesiones. Ahí es cuando realmente ves que el trabajo ha valido la pena.

5. Con el Instituto de Osteopatía Veterinaria estás formando a nuevas generaciones de profesionales. ¿Cómo imaginas el futuro de la veterinaria integrativa y qué papel jugarán estas terapias en los próximos años?
El haber sido pionero me ha permitido también formar a nuevas generaciones. A través del Instituto de Osteopatía Veterinaria y de iniciativas en Alemania, o con el London College of Animal Osteopathy —donde recientemente me incorporé como director de estudios— estamos creando una cantera de veterinarios que integran estas técnicas como herramientas fundamentales para el bienestar y el rendimiento del caballo.
El futuro es muy esperanzador. Y más que futuro, ya es presente. Hoy puedo decir con orgullo que tengo exalumnos trabajando en distintas partes del mundo, llevando soluciones concretas a los caballos y sus jinetes.
Eso, para mí, es una de las mayores satisfacciones de toda esta trayectoria.

6. Más allá del rendimiento deportivo, ¿qué beneficios concretos has observado en cuanto al bienestar animal cuando se aplican terapias manuales como la quiropráctica y la osteopatía?
Estas terapias suelen relacionarse con lesiones deportivas, pero su campo de aplicación va mucho más allá.
He trabajado con yeguas con problemas de infertilidad que no respondían a tratamientos convencionales y que, con técnicas osteopáticas y quiroprácticas, lograron resultados positivos.
También he utilizado acupuntura en animales con problemas oftalmológicos, dermatológicos, neurológicos o viscerales.
Son herramientas menos conocidas en veterinaria, aunque muy consolidadas en medicina humana, y que permiten abordar muchas situaciones clínicas desde un enfoque distinto y, muchas veces, definitivo.

7. En tus más de 20 años de trayectoria, ¿cómo has visto cambiar la relación de las personas con los caballos y los perros? ¿Crees que hoy existe una mayor conciencia sobre su bienestar físico y emocional?
La evolución ha sido espectacular. Hace 25 años, muy pocos sabían que un caballo debía recibir una revisión odontológica, o que un osteópata podía ayudar con determinados problemas de comportamiento o resistencia física.
Todo se resolvía con fuerza, con imposición o con métodos más invasivos.
Hoy, afortunadamente, hay cada vez más conciencia. Jinetes, propietarios y entrenadores entienden que un mal movimiento o una actitud irregular pueden tener un origen físico, y buscan acompañamiento profesional para solucionarlo.
Estamos logrando formar parte de ese equipo multidisciplinar que vela por el rendimiento, sí, pero también por el bienestar integral del animal. Y eso es un avance enorme.

A lo largo de más de dos décadas, Mario Soriano ha recorrido un camino pionero que combina ciencia, sensibilidad y compromiso con el bienestar animal. Su mirada integradora, alejada de dogmas y centrada en el respeto profundo por cada ser vivo, lo ha convertido en un referente en el mundo de la medicina veterinaria.
Desde su experiencia con Atila hasta la formación de nuevas generaciones, su mensaje es claro: comprender al animal más allá de los síntomas visibles es clave para sanar, prevenir y acompañar.
La evolución ya está en marcha, y él, ya es parte de este cambio.
Para consultas link : MARIO SORIANO