
Mélissa Mula: El alma del caballo a través del objetivo
Entre las piedras cargadas de historia del castillo de Pompadour, lugar emblemático de la equitación francesa, una figura discreta pero atenta se mueve con sigilo alrededor de las pistas de salto.
Cámara en mano, Mélissa Mula captura mucho más que momentos deportivos: inmortaliza el alma del caballo y la complicidad invisible entre jinete y montura.
A sus 29 años, esta apasionada fotógrafa recorre Francia cubriendo los concursos ecuestres más importantes.

Francesa con raíces españolas por parte de padre, Mélissa no proviene de una familia ligada al mundo del caballo. Pero a los diez años descubre la equitación, y el flechazo es inmediato: «El caballo es un animal muy diferente a cualquier otro. Ningún gato ni perro puede transmitir lo que transmite un caballo: una especie de bondad, una profunda serenidad. Sienten lo que tú sientes. Si estás estresado, el caballo también lo estará. Es una relación única».
Inicialmente amazona de concurso completo, Mélissa empezó tomando fotos a sus compañeros jinetes «por placer». Pero las solicitudes comenzaron a multiplicarse. Nunca buscó convertirse en fotógrafa profesional; simplemente ocurrió. «Me empezaron a pedir cada vez más fotos… así que pensé: ¿por qué no dedicarme a esto profesionalmente?»

Hoy, son pocos los fines de semana en los que no está en la carretera, con su estudio fotográfico móvil a cuestas. Este le permite imprimir in situ las imágenes tomadas durante la jornada, para que los jinetes puedan verlas, elegirlas y llevárselas como impresiones enmarcadas.
¿Su mayor ventaja? Ser ella misma jinete. «Sé exactamente lo que quiero ver entre el caballo y el jinete. Lo que busco es ese momento de pura complicidad. Cuando el binomio está en perfecta armonía. Eso es lo que trato de captar con mi cámara».

Cuando se le pregunta si hay alguna foto que la haya marcado especialmente en sus nueve años de carrera, la emoción es inmediata: «Sin dudarlo, la foto que tomé en los últimos Juegos Olímpicos de París, a Nicolas Touzaint. Es un jinete cuya forma de montar admiro desde hace veinte años. Poder fotografiarlo en los Juegos ya era algo enorme para mí. Y esa imagen, tomada al final de una prueba, cuando levanta los brazos… expresa toda la alegría, toda la intensidad de la competición. Lloré al tomar esa foto».
Bajo su objetivo, el instante se vuelve eterno. Mélissa Mula no se limita a mostrar el deporte: cuenta una historia de vínculo, emoción y respeto mutuo entre el ser humano y el caballo. Una historia que todo amante del mundo ecuestre sabrá reconocer.