Caballos y otoño: rusticidad y bienestar entre colores y lluvias en los prados del Limousin
Con la llegada del otoño, los paisajes del Limousin, en el corazón de Nouvelle-Aquitaine, se transforman en un espectáculo de colores cálidos: ocres, rojizos y dorados visten las copas de los árboles, mientras una suave neblina matinal envuelve los valles. Es la temporada en la que las lluvias se hacen más frecuentes, a menudo intermitentes durante varios días seguidos, y las temperaturas comienzan a descender progresivamente.
En este entorno tan característico, los caballos que viven en semi-libertad continúan pastando en amplios potreros, rodeados de bosquecillos y colinas. Más allá de algunos refugios naturales —grupos de árboles o pequeñas hondonadas—, estas extensiones abiertas carecen en general de estructuras artificiales. Este contexto invita a reflexionar sobre cómo el caballo, por su naturaleza rústica, se adapta al clima otoñal y húmedo, y qué precauciones conviene tomar para garantizar su bienestar.

La rusticidad del caballo en el clima otoñal
El caballo es un animal eminentemente adaptado a vivir al aire libre. Con la llegada del frío y el aumento de la humedad, su pelaje comienza a cambiar, volviéndose más denso y largo. El pelo se eriza naturalmente, formando una capa aislante que impide que el agua llegue hasta la piel. Incluso bajo lluvias persistentes, esta barrera natural mantiene al animal seco y templado.

Los caballos criados en semi-libertad en regiones como el Limousin desarrollan una notable capacidad de adaptación al entorno cambiante del otoño:
- Se habitúan a las variaciones térmicas entre el día y la noche.
- Fortalecen sus cascos sobre suelos húmedos y a veces resbaladizos.
- Buscan instintivamente abrigo bajo árboles de hoja caduca, que aún ofrecen cierta protección, o en zonas altas que drenan mejor el agua.
Aspectos a vigilar durante el otoño
Aunque los caballos pueden afrontar sin problemas las lluvias otoñales, hay ciertos factores que los cuidadores deben considerar para evitar complicaciones derivadas del clima:


- Barro y suelos encharcados
- Las lluvias frecuentes pueden transformar rápidamente los potreros en zonas fangosas, favoreciendo la aparición de pododermatitis («grasa») o abscesos en los cascos.
- Implementar una rotación de pasturas y permitir el acceso a zonas más secas o ligeramente elevadas ayuda a prevenir estos problemas.
- Calidad del forraje
- En otoño, la hierba comienza a perder valor nutricional y, con el barro, puede contaminarse. Es crucial ofrecer heno limpio y de buena calidad como suplemento, especialmente en días de lluvia prolongada.
- Refugio natural y protección frente al viento
- Aunque los árboles ofrecen sombra en verano y algo de abrigo en otoño, no siempre son suficientes frente a lluvias intensas con viento. Contar con refugios simples y abiertos, al menos en una parte del potrero, es una buena práctica.
- Revisión del pelaje y la piel
- La humedad persistente puede provocar dermatitis por lluvia, sobre todo en la grupa y el dorso. Un chequeo visual frecuente permite detectar a tiempo cualquier anomalía y actuar rápidamente.
Libertad, lluvia y cuidado consciente
El otoño en el Limousin es una estación de contrastes: belleza visual, lluvias constantes y temperaturas en descenso. En este escenario, el caballo demuestra su capacidad de adaptación a un entorno cambiante, haciendo gala de su rusticidad ancestral. La lluvia no es una amenaza, sino un elemento natural que, bien gestionado, forma parte de su bienestar.

Sin embargo, esta resiliencia no debe interpretarse como independencia absoluta. La observación atenta, el cuidado oportuno y el respeto por los ritmos de la naturaleza son claves para que el equilibrio entre libertad y protección se mantenga, temporada tras temporada.


